CEREZO
No existe el tiempo si ves caer a las estrellas
y a los meteoritos deshacerse en tus hojas.
Ni la lluvia ni los truenos del Niño han podido tumbar
la resistencia que le haces al tiempo.
Tú que has visto a los niños pasar a su colegio día tras día,
has enternecido a tus regantes,
has aprendido que el polvo que te ahoga es tu mejor fertilizante.
En tus pétreas ramas la amargura es el río que una vez olvidó
entre la lluvia y los maizales trocándose en serpiente
rozando el rocío de los pastizales,
acechando a los gallinazos que acaban de anidar en los nogales.
Las sombras que se han unido a la tuya durante tu vida
son tan complejas como las escaleras que conducen al universo de
los organismos microscópicos de la muerte
rodando como lo hace el último bus hacia La Cuesta.
Eres hijo de la montaña, besado por el viento y la luz de la Luna
que en tus raíces escarba para alumbrar en el útero de los Eneros,
a todos los perros atropellados por los carros
de inexpertos conductores, ebrios e impacientes
por llegar a la muerte, una muerte a la que tu escapas hace ya más de setenta años.